A propósito de Keith Jarrett
Leili Castella Pujol
"Amigo mío, no hallarás el conocimiento sin seis condiciones que te expondré a continuación con toda claridad: pasión, esfuerzo, inteligencia, autosuficiencia, compañía de los maestros y ... el paso del tiempo" ('Alî ibn Abî Tâlib) (*)
Keith Jarrett es, indudablemente, un músico con baraka, un músico con alma. Y ello, por muchas y buenas razones, no ajenas al aforismo que acabamos de citar. Hablar de este extraordinario pianista de jazz y de su relación con la música es hablar de estas seis cualidades, el orden en el cual aparecen mencionadas tiene seguramente mucho a ver con la enseñanza de contienen.
Pasión. Ver tocar a Jarrett no deja lugar a dudas: se entrega apasionadamente, en cuerpo y alma, a su música, a su improvisación. Todo él desprende una sensación de placer intenso que contagia a quien lo contempla. Todas sus capacidades están alertas. Dice Jarrett: "la improvisación nunca ha sido ponderada como se merece; debido a su carácter holísitico, exige todo a la vez en tiempo real; corregir lo ya hecho es imposible. Tu sistema nervioso tiene que estar completamente alerta en un grado mucho mayor que en cualquier otro tipo de música" [1]. No son palabras hueras decir que Jarrett toca con todo su cuerpo: de hecho toca a menudo medio de pie, surgiendo sus movimientos desde la pelvis, centro de vida sin la presencia consciente del cual, la música podría quedar en una mera especulación mental. Jarrett canturrea, percute el ritmo con los pies, se levanta, se banancea... Y es que este músico no teoriza sobre su pasión: la vive, o aún mejor, la pasión le vive.
Jarrett es músico de jazz desde muy niño, por instinto, de instinto. Desde que la pasión lo atrapó, todo, en su vida queda determinado por ella: sus amigos, la ubicación de su casa en el silencio del bosque, sus viajes... ¡Hasta sus amores! (la que fue durante años su pareja cuenta cómo se enamoró primero de su música, aún antes de conocer al propio Jarrett).
Esfuerzo. Destrás de la técnica increíble y de las improvisaciones de Jarrett, se esconde un esfuerzo enorme de indagación, que sin embargo no es fruto del voluntarismo, sino de la pasión que le mueve. Este esfuerzo queda plasmado en un conocimiento serio y riguroso de distintos instrumentos y de toda clase de música: clásica (así por ejemplo Jarrett ha grabado las Variaciones Golberg de Bach, conciertos de Mozart o suites de Händel), popular, etc. Pero no sólo la música es objeto de su indagación. Jarrett explica que en su pensar, mucho más importante que la música, han sido la literatura o la filosofía. Así, tuvo incluso un cierto acercamiento al sufismo a través de la obra de Gurdjieff, del que surgió el álbum "Sacred Hymnes of B. I. Gurdieff".
El esfuerzo que comporta la pasión, es exigente y deja cicatrices: Jarrett las lleva inscritas en su cuerpo: en sus manos de musculatura casi excesiva, en sus lesiones, en sus problemas de salud. "Es tanto lo que exigo de mí, que mi salud es el sacrificio", dirá. Pero no es esto lo esencial: lo esencial es la pasión inagotable y el goce de vivirla.
Inteligencia. La inteligencia en Jarrett es la lucidez de asumir conscientemente y hasta sus últimas consecuencias, el ser y el vivir de acuerdo on las dos condiciones anteriores. Así, después de caer en una debilidad extrema que le alejó casi dos años de los escenarios, pero a raíz de la cual encontró un nuevo lenguaje al que hos referiremos más adelante, Jarrett es capaz de decir: "aprendí mucho de mi enfermedad"; y, refiriéndose a este nuevo lenguaje, añadir: "estaba transformando mi enfermedad en una canción". Nada es ajeno a la pasión ni al esfuerzo que ella comporta: se acoge lo que venga, sea lo que sea, y se transforma en música.
Autosuficiencia. "Para el derviche, el único conocimiento que cuenta... es el que le libera a uno de sí mismo", afirmó en una ocasión el islamólogo y especialista en el sufismo de Mawlânâ Rûmî, Halil Bárcena. La autosuficiencia es autonomía con respecto a cualquier idea preconcebida que uno pueda tener: en el caso de Jarrett, es liberación respecto a cualquier idea preconcebida de la música, como las falsas divisiones entre música clásica o popular, o, a nivel de la técnica pianística, liberación respecto a las funciones tradicionalmente atribuidas a las manos izquierda y derecha. Es significativa, en este sentido, la anécdota contada por Jarrett a raíz de un ciclo de conciertos que dio en Japón, en los que se propuso liberar la mano izquierda de la función armónica que normalmente desempeña, y en base a la cual se crean y diluyen tensiones. Constató entonces Jarrett, maravillado, que su mano izquierda sabía cosas que él no sabía... Y es que no hay nada que no pueda o deba ser puesto en cuestión. Estar libre de los pre-juicios es haber silenciado las preferencias. Explica el músico, a propósito de sus improvisaciones: "Intento no desarrollar preferencias en este mundo a construir".
La autosuficiencia con respecto a cualquier idea preconcebida es locura, pues comporta alejamiento de lo que a la razón le convendría. Pero es una locura atinada puesto que está llena de presencia, llena de pasión, de esfuerzo y de inteligencia.
Compañía de los maestros. Keith Jarrett sabe bien de la importancia de los maestros: de hecho, sus grabaciones de Bach, Morart, Händej, etc., dejan constancia de su respeto por ellos, a tal punto que, explica, cuando ha dado algún concierto de música "clásica", durante los días previos, deja de tocar jazz. Pero también son maestro los Amigos con mayúsculas con quien comparte su camino entre los que destaca su productor Manfred Eichar, de quien Jarrett dice: "valoramos por encima de todo la integridad: sabemos que no estamos para jueguecillos: por eso siempre nos hemos dicho las cosas con toda claridad", sus dos cómplices y compañeros de trío (J. Dejohnette y G. Peakock), o la que fue su pareja y a la que escribió esta preciosa dedicatoria en una de sus mejores trabajos ("Melody at night, With you"): "To Rose Anne. Who heard the music. Then gave it back to me".
El paso del tiempo. Ya lo explica con ternura y humor el gran poeta y místico persa Mawlânâ Rûmî (m. 1273), al decir: "Dios dijo a las orejas: "permaneced en silencio. Cuando nace el bebé, primero guarda silencio, es todo oídos. Durante un tiempo ha de abstenerse de hablar, hasta que aprende a hacerlo... Dado que para hablar primero hay que entender, ven a la palabra con la oreja despierta"" [3]. Hay un tiempo para aprender y un tiempo en el que expresar lo comprendido se vuelve una necesidad imperativa. Dice Jarrett: "Cuando tienes tantísimas cosas atravesando tu sistema, hay un punto crítico, donde, o bien lo transmites como sonido, o te mueres". Y lo que se dice entonces, surge en un lenguaje propio, expresión de la especificidad o "parte asignada" de cada uno. Este lenguaje, que no se encuentra buscándolo, es don de la comprensión profunda y suele ser de una sencillez deslumbrante y conmovedora: son estos "concentrados de sabiduría", en feliz expresión de Halil Bárcena, que toman forma de aforismos sapienciales, de caligrafías, etc., o de música como la del álbum al que nos hemos referido anteriormente, surgida después de ir Jarrett más allá del límite de la extenuación. Dice Jarrett refiriéndose a este trabajo: "tenía que hacerlo tan íntimo como fuera posible... En cuanto se volvía complejo, paraba. Quería mantenerme siempre cerca de la canción, cantarla". Jarrett comprendió que "el tiempo es la parte compleja de esa sencillez" y que "cuanto mayor es la experiencia, más profunda resulta (dicha sencillez)". Y añade: "Cuando estaba saliendo de la enfermedad, pensé que era un milagro (...) simplemente poder tocar algo en mi instrumento (...). El milagro de tocar es todo cuanto necesito. No quiero nada más. No sé cómo explicarlo". Y es que quiza sólo queda dar gracias y celebrar.
(*) Yerno y primo del profeta Muhammad, padre del esoterismo islámico. Figura al inicio de prácticamente todas las cadenas iniciáticas sufís.
[1] Todas las citas de Keith Jarrett contenidas en este artículo provienen del documental "Keith Jarrett: the art of improvisation", de Mike Dibb. Sello: Euro Arts 2054110.
[2] Rûmî, Masnawí, libro I, versos 1622 y ss.
Keith Jarrett en concierto: