Presentació

Baraka és una paraula d’origen àrab que significa alè vital, pura energia de vida, gràcia divina. Es diu que hi ha llocs amb una baraka especial. Entre ells, la música. La música és la bellesa l’allò més primordial que nia en nosaltres. En el batec del cor hi ha el ritme. En la respiració, la melodia. I en la relació amb tot allò que ens envolta, l’harmonia.

La música, com el perfum, és presència intangible. Entrar en ella és entrar en un espai preciós en què allò que és subtil pren cos, i on allò que és tangible esdevé subtil. Segons Mowlânâ Rûmî, la música, com el perfum, ens fa comprendre que vivim exiliats en aquest món, i alhora ens recorda allò que sabem i no obstant hem oblidat: el camí de retorn vers el nostre origen, vers casa nostra.

Habitar aquest espai preciós no pot fer-se només des de la raó. Aquest coneixement delicat i potent ha de ser degustat, encarnat, i per això Mowlânâ va ballar i va ballar, i va girar i girar i girar. D’aquest espai preciós de presència intangible és del què ens parlen els autors reunits en aquest blog. En un món com el que ens ha tocat viure, en què tantes velles estructures inservibles s’enfonsen, és responsabilitat de cadascú de nosaltres agafar-nos fort a aquells qui ens han indicat el camí, intentar comprendre´n els indicis, descobrir-ne les petjades ... i començar a girar.

Sigueu més que benvinguts a Baraka,

Lili Castella

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diumenge, 30 de juny del 2013

Ablandando el alma


 
Ablandando el alma a golpes de martillo
 
Leili Castella

 
 
Si hay una figura geométrica que condense la intuición fundamental del islam, el tauwîd o unidad de la existencia, es el punto. A su vez, el círculo, que no es sino el punto en expansión, contiene toda la cosmovisión de dicha tradición; entendido como la conjunción de dos arcos, uno de descenso y otro de ascenso, el primero simboliza  la creación de todo cuanto existe, fruto de la inconmensurable misericordia de Al·lâh, y el segundo, expresando que todo cuanto existe Le manifiesta y Le pertenece, remite de vuelta a Al·lâh, con lo que el círculo queda completado.
No hay nada que no pueda ser leído a través de estos dos arcos de descenso y de ascenso, y buen ejemplo de ello lo constituyen los oficios tradicionales. Así podríamos decir que el artesano, al  trabajar la materia prima, “crea el mundo” a imitación  de la actividad divina, y al mismo tiempo, el propio trabajo artesano se hace vehículo para el viaje de retorno y ascenso a la que es nuestra naturaleza primigenia.

Refiriéndose precisamente al aspecto de arco de ascenso de los oficios tradicionales, dirá Frithjof Schuon: “El orfebre debe golpear el metal durante largo tiempo en vano, pero al centésimo golpe lo rompe. Lo mismo ocurre con el alma. Está hecho de hielo, de pasiones oscuras, pero también de un elemento luminoso al que hay que liberar de su ganga. Hay que destruir el endurecimiento (del corazón), no la energía pasional. Esta energía no es mala en sí misma; es neutra. Hay que volverla hacia el interior. El elemento inmortal que hay en nosotros, quiere ser liberado de la capa de oscuridad. Ya somos aquí abajo lo que seremos en el más allá.” [1]
Para que este proceso de transmutación del corazón tenga lugar, la razón no basta. Como bien explicará Pierre Lory [2], el verdadero conocimiento, es decir, el que conduce a la visión espiritual, implica la intuición; y referido a la alquimia que puede producirse a través de los oficios tradicionales, tiene como condición la solidaridad, fruto de sus naturalezas homólogas, entre el orfebre y el objeto de su trabajo. Y es así como comprendiendo su Obra, el orfebre se comprende a sí mismo, siendo dicha comprensión íntima la que le desvelará la siguiente etapa de dicha Obra. El último grado de la ciencia alquímica será la de abolirse ella misma en la unidad entre el sujeto y el objeto.

El rudo sonido de los golpes del martillo sobre el metal expresa a gritos cuan ardua es la tarea de modelar el corazón. Como nos recuerda Schuon: “Un ejercicio espiritual siempre exige cierta violencia; es una “conversión”, una liberación de nuestro ser para que pueda convertirse en lo que realmente es. Es el esfuerzo de toda una vida; el resultado puede que no llegue hasta el momento de la muerte; pero se produce, y el alma se derrite como la cera.” [3]
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[1] y [3] Jean Biès en el artículo Un rostro de sabiduría eterna: entrevista con Frithjof Schuon, incluido en Frithjof Schuon (1907-2998) AAVV. J. J. de Olañeta, Mallorca, 2004. Pág. 429.

[2] Pierre Lory, Alchimie et mystique en terre d’Islam. Édtitions Verdier, Lagrasse, 1989. Pág. 32.