Me alejaré de esta tierra extraña
en la que nadie despierta a los héroes
en la arboleda del amor.
Con una barca sin red
y el corazón sin desear la perla
seguiré navegando.
No ataré mi corazón a los azules
ni al mar ni a las sirenas que asoman fuera del agua
y esparcen el hechizo de la punta de sus cabellos
en la luminosa soledad de los pescadores.
“Lejos hay que ir, lejos.
El hombre de aquella ciudad no tenía mitos.
La mujer de aquella ciudad no tenía la plenitud de un racimo de uva.
Ningún espejo de ningún salón repetía la alegría.
Ningún charco de agua reflejaba una antorcha.
Ahora les toca a las ventanas”.
Seguiré cantando.
Seguiré navegando.
Los tejados son el lugar de las palomas que contemplan las
fuentes de la inteligencia humana.
En esta ciudad, la mano de todo niño de diez años es una rama de conocimiento.
y en el viento se oye el sonido de las aves mitológicas.
Más allá de los mares hay una ciudad
Donde la extensión del sol iguala a la de los ojos de los madrugadores.
Los poetas son herederos del agua y de la sabiduría y de la claridad.