Ni
nieve ni algodón…
La
música hablada de Mahmud Darwish
Leili Castella
Mahmud Darwish (Al-Birwa,
Palestina, 1941 - Houston, Estados Unidos, 2008), uno de los más importantes
escritores árabes contemporáneos, cuya azarosa vida se vio marcada por el
exilio constante (Amán, Beirut, París), era calificado a menudo como "el poeta nacional
palestino". Es ésta una categoría de la que el propio Darwish acabaría sintiéndose
prisionero, puesto que su única patria, su patria interior, era la poesía. Así
lo entendió Olivier Py, director del Odéon-Théâtre de l’Europe, cuando, al inicio de
un recital poético a cargo del propio poeta, lo presentó como sigue: “Acogemos
esta noche a un hombre que es la voz de un país, país que cada uno de nosotros tiene
el deber de inventar y en el que cada generación debe soñar: y este país es,
evidentemente, el poema. Antes que en cualquier otra cosa, debemos trabajar
todos para que la metáfora sea aún una de las grandes alegrías de nuestras
vidas, y es por ello que tenemos especial necesidad de grandes voces como la de
Mahmud Darwish.”
Y efectivamente, grande y especial era la voz de
este poeta. Convencido
de que la poesía es ante todo música y que “se lee tanto por los ojos como por
las orejas”, Mahmoud Darwish consideraba el recital poético como una
prolongación obligada del acto de escribir. Decía que recitando sus poemas en
público, tenía la impresión de recrearlos, exactamente como lo hace un actor de
teatro en cada representación. Según él, la poesía, y,
en definitiva, cualquier pensamiento debe pasar por los sentidos: toda poesía
es en primer lugar oral, y por tanto, música.
Es
por ello que a lo largo de los años no dejó de ofrecer y preparar con suma aplicación recitales de sus propios
poemas. Tanto el poeta como su auditorio sabían
de antemano que iban a compartir un momento de intensa emoción. De hecho
Darwish es considerado uno de los grandes poetas del tarab, palabra de origen árabe, en cuya etimología late un sentido
harto expresivo: el de la excitación de los camellos, acelerando su paso para
regresar al campamento (tirâb). Tarab hace referencia en cualquier caso
a la emoción poética y musical, indecible y misteriosa, que abarca un amplio
espectro de sentimientos y estados, de los más interiores a los más exaltados. Con su
voz, el intérprete transmite la emoción que le embarga, estableciéndose así una
complicidad o unión entre el poeta inspirado, el poema, y el oyente refinado cuya
alma está sedienta de revelaciones sutiles.
Sin
embargo, sólo puede transmitir tarab
quien vive en “estado poético”. Decíamos antes que la verdadera patria de
Mahmoud Darwish era la poesía. Pero aún cabría añadir más: el exilio es
doloroso y viviendo en él, es fácil imaginar la importancia que adquiere la idea no ya de patria, sino de “casa”.
Dijo en una ocasión el poeta: “La casa es estar a solas con uno mismo. Son también los libros, la música
y el papel en blanco. La casa es de algún modo un lugar de escucha de lo más
profundo que tenemos. Es el exilio el que aguza el sentido de casa y de patria
porque son su contrario”. Pero para un poeta aún hay un sentido más interior y cálido de
"casa": “La casa metafórica que el
poeta inventa para si mismo, es un lugar íntimo: un verso de poesía. La casa
deviene un verso y el verso un refugio. Por ello me hace feliz que en árabe,
una misma palabra, bayt, designe
tanto la casa como el verso poético”.
Mahmoud Darwish vivía en el bayt. Para él las palabras remitían a la realidad realmente
real que les subyacía y de la que brotaban. Por eso dijo en una ocasión: “Busco desde hace diez años la palabra justa
para decir la flor del almendro”. Para expresar lo que hay más allá, o
mejor dicho, lo que hay en el interior profundo de la palabra, Darwish explicó
que muchas veces conocemos algo antes de que nos pregunten por ello. Y que
cuando nos preguntan por ello, dejamos de saber decirlo.
Por
ello, en el bellísimo poema Para
describir la flor del almendro, escribe Mahmud Darwish:
Para describir la flor del almendro,
no hay
enciclopedia de botánica que
valga, ni diccionario alguno…
[…]
Para describir la flor del
almendro he de visitar
el inconsciente y que me guíe
el léxico de un sentimiento prendido de los árboles. ¿Cómo decirla?
[…]
Ni nieve ni algodón
pero qué es ella,
que desdeña las cosas y los
nombres.
Si lograse el autor combinar
unas sílabas que describieran la flor del almendro, se levantaría la niebla de
las colinas y un pueblo diría al unísono:
Ya está
Ésta es la letra
de nuestro himno nacional!
Pero todo ésto son aún sólo palabras: si
les apetece escuchar la música de este poema en la voz profunda y verídica del propio poeta, clicar aquí:
http://www.youtube.com/watch?v=HGfQUAdN93Y