El latido de las palmas
Leili Castella
Pocas maneras hay mejores, para acercarse a la significación profunda de la música, que sumergirse en la obra del poeta y místico persa Mawlânâ Rûmî (m. 1273). Como nos muestra el maestro sufí persa, cada uno de los elementos constitutivos de la música contiene y muestra aspectos fundamentales de nuestra existencia. Es el caso del ritmo que todo lo habita y que marca tanto la danza de la de rotación de los planetas, como el sucederse de los días y las noches, o el aleteo del parpadear, el latir del corazón, o el vaivén de la respiración. Podríamos decir que el ser humano es un ser polirítmico,o quizá aún mejor, un instrumento en el que Él percute múltiples ritmos.
Hemos dicho que ninguna faceta del existir humano está exenta de ritmo. Ni tan siquiera el camino espiritual, balanceado por la sucesión de momentos de expansió o dilatación (bast), y de contracción o pesar (qabd). Hay sin embargo un ritmo especial que marcó para siempre la vida de Mevlânâ Rûmî, y que él comprendió en su más honda significación gracias a su extraordinario encuentro con Shams al-dîn Tabrîzî: se trata del ritmo por el que se suceden la unión y la separación. Como escribe Halil Bárcena (1), en Rûmî "el dolor de la separación de los que se saben uno es la prueba del máximo amor, pues cuando la separación se vive y se sufre de manera tan superlativa, hay al final una unión aún más intensa que en el absorbimiento total". Y es que seguramente en el ritmo constituído por la sucesión de la dilatación y de la contracción, de la presencia y de la ausencia, anida el motor del conocimiento espiritual.
Para quien vive, como Mevlânâ, inmerso en la dimensión sagrada de la existencia, el gesto más nimio y cotidiano, es motivo de comprensión y de visión. Así, y en relación a lo que precede, el simple batir de las palmas le hizo escribir:
"Bate las palmas y comprende que de ahí proviene el sonido:
Pero observa que el sonido que producen las dos manos no se da sin separación y unión." (2)
Como explica Annemarie Shimmel, el rítmico batir de las palmas que acompaña la música y la danza es símbolo de de la constante tensión entre separación y unión, atracción y aversión, sin la cual ningún sonido ni ningún movimiento, incluido el caminar espiritual, sería posible.
(1) Halil Bárcena, Sufismo. Fragmenta Editorial. Barcelona, 2012. Pág. 109.
(2) Mevlânâ Rûmî, Divân-e kabir. 326/3550.
(3) Shimmel, Annemarie, The triumphal Sun. Bibliotheca Persica. NY, 1993. Pág. 219