Presentació

Baraka és una paraula d’origen àrab que significa alè vital, pura energia de vida, gràcia divina. Es diu que hi ha llocs amb una baraka especial. Entre ells, la música. La música és la bellesa l’allò més primordial que nia en nosaltres. En el batec del cor hi ha el ritme. En la respiració, la melodia. I en la relació amb tot allò que ens envolta, l’harmonia.

La música, com el perfum, és presència intangible. Entrar en ella és entrar en un espai preciós en què allò que és subtil pren cos, i on allò que és tangible esdevé subtil. Segons Mowlânâ Rûmî, la música, com el perfum, ens fa comprendre que vivim exiliats en aquest món, i alhora ens recorda allò que sabem i no obstant hem oblidat: el camí de retorn vers el nostre origen, vers casa nostra.

Habitar aquest espai preciós no pot fer-se només des de la raó. Aquest coneixement delicat i potent ha de ser degustat, encarnat, i per això Mowlânâ va ballar i va ballar, i va girar i girar i girar. D’aquest espai preciós de presència intangible és del què ens parlen els autors reunits en aquest blog. En un món com el que ens ha tocat viure, en què tantes velles estructures inservibles s’enfonsen, és responsabilitat de cadascú de nosaltres agafar-nos fort a aquells qui ens han indicat el camí, intentar comprendre´n els indicis, descobrir-ne les petjades ... i començar a girar.

Sigueu més que benvinguts a Baraka,

Lili Castella

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divendres, 20 de juliol del 2012

Ramadán 2012 - 1433

¡Ramadân mubârak!





Y todo es para ti, mes de Ramadân,
Bienvenido, bendito mes de Ramadân...


Música sufí

'Ushâq. Música sufí, a la venta





'Ushâq. Música sufí es el título del primer CD editado por 'Ushâq, grupo musical del Institut d'Estudis Sufís de Barcelona, dirigido por Halil Bárcena. En él se recoge lo más sobresaliente del legado tanto poético como musical del sufismo mevleví turco, inspirado por el poeta persa Mawlânâ Rûmî (m. 1273). No es, pues, un CD de eso que ha dado en llamarse fusión musical, sino una obra concebida desde los modos estéticos, musicales y también espirituales propios de la tradición sufí.

Si estás en Barcelona, lo puedes adquirir en los siguientes puntos de venta:

Librería Altaïr: http://www.altair.es
Librería Síntesis: http://www.libreriasintesis.com
Tienda musical Etnomusic: http://www.etnomusic.com

dijous, 5 de juliol del 2012

El rebâb en Mawlânâ Rûmî

El rebâb en Mawlânâ Rûmî (III)




En esta ocasión,  Mawlânâ convierte al rebâb en un símbolo antropomórfico, haciendo un símil entre las clavijas que ajustan la afinación de las cuerdas de este sencillo instrumento, y las “orejas” de nuestro corazón. Es bien sabido que, en el sufismo, el órgano de visión es el corazón, pero hay que añadir que en el sufismo mevleví, la audición se torna facultad de visión. Así, igual que para poder decir sus melodías el rebâb debe ser afinado, el ser humano debe afinar su órgano de visión para poder conocerle a Él, sabiendo que quien Le conoce, Le canta…
Huuuu……….
 
Cuando ajustas las orejas (las clavijas) del rebâb  del corazón,
Entonces empiezo a cantar tan tan tan tan… (*)

Mawlânâ Rûmî, Diwân e-Shâms ref. 2351


dimecres, 4 de juliol del 2012

La arquitectura sonora




La arquitectura sonora: el alminar

Leili Castella






 Pocas veces la arquitectura occidental ha pensado en el oído, o en arrullar al ser humano con sonidos que nazcan de sus edificios, y a lo más que suele aspirar es a la insonoración de sus espacios. La arquitectura del islam, es, por el contrario, una arquitectura sonora, hecha para el goce de todos los sentidos, pero especialmente quizás, para el de la audición. Ello no es baladí, puesto que la audición, en su sentido más amplio, es, en el islam, una facultad preminente por muchas razones que no es el momento de desarrollar: recordemos tan sólo, a modo de pincelada, que el hecho nuclear del islam, la Revelación del Corán, fue un fenómeno fundamentalmente “oral”, auditivo. El Corán fue esencialmente “escuchado” por el Profeta Muhammad, y después recitado y transmitido oralmente antes de ser transcrito. La misma palabra “Corán”, proviene de la raíz árabe QR’ que en su campo semántico contiene el hecho de recitar un texto. La arquitectura del islam estará pensada, pues, para exclamar, expandir y hacer resonar la Palabra y los Sonidos de Al·lâh.
 Buena prueba de ello es un elemento arquitectónico de las mezquitas en el que hoy nos gustaría detenernos: los alminares. Desde lo alto de ellos, el muecín, cinco veces al día y siguiendo el ritmo solar de la naturaleza, anuncia el inicio de la oración o salât.



 Joaquín Lomba, en su exquisita obra El mundo tan bello como es (*), plantea acercarse al arte musulmán como si de un libro de texto se tratara, para así comprender el contenido y el pensamiento del islam. Pues bien, contemplar un alminar es ver una representación física de la intuición fundamental del islam, el tawhîd, que Halil Bárcena define como “la comprensión profunda de que no existe nada más que Dios, de que no hay nada existente fuera de Él” [1]. El alminar, como si de un dedo índice o de una flecha se tratara, apunta a la dimensión de verticalidad de la existencia, es decir, a su dimensión sagrada. Pero es que no sólo la forma del alminar expresa el tawhîd; ¡también lo dice, lo canta! De lejos, uno no puede ver  al muecín (o ahora al altavoz, en muchos casos…) en la torre; tan sólo se atisba el trazo esbelto del alminar que se alza por encima de la horizontalidad común y del que emana el sonido de la voz humana, utilizada para lo que realmente ha sido creada: para proclamar la dimensión sagrada de la existencia. No en vano fue el ser humano el  único ser de la creación que aceptó esta tarea fundamental (Corán 33,72).



 La lengua árabe, de una riqueza y belleza inigualables, denomina al minarete ma’dana, es decir “el lugar elevado desde donde se llama a la oración”, pero, también, como explica Lomba, al-manâr, de la que derivan directamente “alminar” o “minarete”, y que significa “faro” o “lugar donde se pone la luz” [2]. Efectivamente, a veces se llamaba también a la oración con una luz, porque los fieles que estaban lejos, en el campo o de viaje no podían oír la voz del muecín. Pero también porque en definitiva la luz, esto es, la vibración sonora más sutil que existe, es la luz de Al·lâh, “símbolo y expresión de la Creación de Dios y de la donación del ser al mundo, pues con un solo acto creador (con una sola luz), hace las cosas múltiples lo mismo que un solo rayo de la luz natural nos permite ver la inmensa variedad de objetos y colores del mundo que nos rodea” [3].
 
Huuuuuuu………
[1] Bárcena, Halil Sufismo. Págs. 80 y 81.
[2] y [3] Lomba, Joaquín El mundo tan bello como es. Edhasa 2005 Págs. 63 y 252.
Para escuchar una bella llamada a la oración, clicar aquí:








dilluns, 2 de juliol del 2012

El adhân



El adhân  o el agua de la Fuente de pureza


 Leili Castella



Si hay algo que defina el paisaje sonoro de un musulmán o musulmana, es el sonido bellamente musicalizado de las cinco llamadas diarias a la oración o adhân. En efecto, cinco veces al día, rigiéndose por los ritmos solares de la naturaleza, el muecín o almuédano, desde lo alto del alminar de la mezquita, anuncia el inicio del salât u oración. En la tradición islámica se utiliza la voz humana para realizar dicha llamada. El hombre convoca al hombre sin intermediarios de ningún tipo, gracias al poder de su propia voz.

Cuenta la tradición que el primer muecín que llamó a la oración, fue Bilâl ibn Rabâh, de origen abisinio, nacido esclavo en un clan abiertamente  hostil al Profeta Muhammad, el de los Jumah. Cuando Ummayah, jefe de dicho clan, se enteró de que su esclavo Bilâl había abrazado el islam, le sometió a las más extremas torturas y humillaciones. Así, en las horas más calurosas del día, Ummayah ordenaba atar a Bilâl y lo sometía a terribles vejaciones. Sin embargo, Bilâl no se amilanaba y no cesaba de proclamar la unidad divina gritando “ Ahad!, Ahad! ( ¡Al·lâh es Uno!, ¡Al·lâh es Uno!)”. Dicen que el eco de su voz, de una potencia y belleza extraordinarias, podía oírse por toda la zona. Abu Bakr, uno de los Compañeros más próximos del Profeta Muhammad desde los inicios del islam, y que con los años sería llamado a ser su primer sucesor, no pudiendo observar por más tiempo tal sufrimiento, compró  Bilâl a Ummayah para concederle la libertad. Bilâl pasó desde entonces a formar parte del círculo más cercano del Profeta Muhammad.



Años más tarde, en abril del año 623, unos siete meses después de la emigración del Profeta y los suyo de Mecca a Medina, los musulmanes finalizaron la construcción de la primera mezquita de Medina, en la que había un gran patio destinado a la oración. Al principio los musulmanes acudían allí a rezar sin que se les llamara, indicándose entre ellos el momento de la oración. Esta situación dejaba un tanto que desear, de modo que se planteó la cuestión de cómo convocar al salât. Se valoró usar un cuerno de carnero, a la manera de los judíos, o una campana de madera, a la manera de los cristianos orientales. Sin embargo pronto consideró el Profeta Muhammad que la mejor solución era que fuera simplemente la voz resonante de un hombre la que convocara a los demás, empezando la llamada con la repetición de la siguiente invocación: “Al·lahu Akbar, (Al·âh es el más grande). Una vez tomada la decisión, el Profeta Muhammad no lo dudó un instante y designó a Bilâl como candidato indiscutible. Y es así como al final de cada noche, Bilâl trepaba hasta la casa más alta cercana de la mezquita y se sentaba allí esperando el amanecer para llamar a la primera oración del día.

Cuando años más tarde, el Profeta Muhammad pudo regresar por fin a Mecca para realizar la peregrinación menor o ‘umrah, fue también Bilâl el encargado de llamar a la oración cinco veces al día con su voz hermosa y potente.


A la muerte del Profeta Muhammad acaecida en 632, Bilâl fue incapaz de seguir realizando el adhân, puesto que el recuerdo tan vivo del Profeta le quebraba la voz. Por ello pidió a Abu Bakr, convertido ya en el primer califa del islam, que le descargara de esta responsabilidad y le enviara a Siria a participar en la campaña de conquista de Jerusalén. Dícese que desde los altos del Golán, y ante la súplica de Omar ibn al-Khattab, otro de los Compañeros, accedió por una vez a realizar el adhân, y que su llamada fue tan extraordinariamente conmovedora, que arrancó las lágrimas de todos los musulmanes que allí se encontraban.

Hacia el final de su vida, Bilâl se instaló definitivamente en Damasco. Poco antes de su muerte, el Profeta del islam se le apareció en sueños y le preguntó: “¿Porqué esta lejanía, Bilâl? ¿No sería tiempo ya de que me visitaras?”. Bilâl se puso inmediatamente en camino hacia Medina, ciudad a la que no había vuelto desde hacía más de siete años. A su llegada fue acogido con gran alegría por la familia del Profeta, especialmente por sus nietos Husseyn y Hassan, que le rogaron encarecidamente que llamara a la oración a la mañana siguiente. Al alba, Bilâl subió al techo de la mezquita y lanzó una llamada que conmocionó a Medina entera.

Y es que la voz de Bilâl era como el agua que brota, en palabras de Mawlânâ Rûmî de “la Fuente de la fuente de pureza”, como la nube que transporta el agua de vuelta al mar. Por ello escribió el maestro persa de Konya: “¡Revívenos, oh Bilâl!, Oh Bilâl de voz dulce y melodiosa, sube al minarete y toca el tambor de la partida!" (*)

 Huuuuuuuuuuu……………

 (*)Rûmî, Masnawî V, verso 220