Presentació

Baraka és una paraula d’origen àrab que significa alè vital, pura energia de vida, gràcia divina. Es diu que hi ha llocs amb una baraka especial. Entre ells, la música. La música és la bellesa l’allò més primordial que nia en nosaltres. En el batec del cor hi ha el ritme. En la respiració, la melodia. I en la relació amb tot allò que ens envolta, l’harmonia.

La música, com el perfum, és presència intangible. Entrar en ella és entrar en un espai preciós en què allò que és subtil pren cos, i on allò que és tangible esdevé subtil. Segons Mowlânâ Rûmî, la música, com el perfum, ens fa comprendre que vivim exiliats en aquest món, i alhora ens recorda allò que sabem i no obstant hem oblidat: el camí de retorn vers el nostre origen, vers casa nostra.

Habitar aquest espai preciós no pot fer-se només des de la raó. Aquest coneixement delicat i potent ha de ser degustat, encarnat, i per això Mowlânâ va ballar i va ballar, i va girar i girar i girar. D’aquest espai preciós de presència intangible és del què ens parlen els autors reunits en aquest blog. En un món com el que ens ha tocat viure, en què tantes velles estructures inservibles s’enfonsen, és responsabilitat de cadascú de nosaltres agafar-nos fort a aquells qui ens han indicat el camí, intentar comprendre´n els indicis, descobrir-ne les petjades ... i començar a girar.

Sigueu més que benvinguts a Baraka,

Lili Castella

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dilluns, 8 d’abril del 2013

El ritmo de las palmas


El latido de las palmas
 
Leili Castella

 
 
 

 
Pocas maneras hay mejores, para acercarse a la significación profunda de la música, que sumergirse en la obra del poeta y místico persa Mawlânâ Rûmî (m. 1273). Como nos muestra el maestro sufí persa, cada uno de los elementos constitutivos de la música contiene y muestra  aspectos fundamentales de nuestra existencia.  Es el caso del ritmo que todo lo habita y que marca tanto la danza de la de rotación de los planetas, como el sucederse de los días y las noches, o el aleteo del parpadear, el latir del corazón, o el vaivén de la respiración. Podríamos decir que el ser humano es un ser polirítmico,o quizá aún mejor, un instrumento en el que Él percute múltiples ritmos.

Hemos dicho que ninguna faceta del existir humano está exenta de ritmo. Ni tan siquiera el camino espiritual,  balanceado por la sucesión de momentos de expansió o dilatación (bast), y de contracción o pesar (qabd). Hay sin embargo un ritmo especial que marcó para siempre la vida de Mevlânâ Rûmî, y que él comprendió en su más honda significación gracias a su extraordinario encuentro con Shams al-dîn Tabrîzî: se trata del ritmo por el que se suceden la unión y la separación. Como escribe Halil Bárcena (1), en Rûmî "el dolor de la separación de los que se saben uno es la prueba del máximo amor, pues cuando la separación se vive y se sufre de manera tan superlativa, hay al final una unión aún más intensa que en el absorbimiento total". Y es que seguramente en el ritmo constituído por la sucesión de la dilatación y de la contracción, de la presencia y de la ausencia, anida el motor del conocimiento espiritual.
 

 
Para quien vive, como Mevlânâ, inmerso en la dimensión sagrada de la existencia, el gesto más nimio y cotidiano, es motivo de comprensión y de visión. Así, y en relación a lo que precede, el simple batir de las palmas le hizo escribir:
 
"Bate las palmas y comprende que de ahí proviene el sonido:
Pero observa que el sonido que producen las dos manos no se da sin separación y unión." (2)

Como  explica Annemarie Shimmel, el rítmico batir de las palmas que acompaña la música y la danza es símbolo de de la constante tensión entre separación y unión, atracción y aversión, sin la cual ningún sonido ni ningún movimiento, incluido el caminar espiritual, sería posible.

 
(1) Halil Bárcena, Sufismo. Fragmenta Editorial. Barcelona, 2012. Pág. 109.
(2) Mevlânâ Rûmî, Divân-e kabir. 326/3550.
(3) Shimmel, Annemarie, The triumphal Sun. Bibliotheca Persica. NY, 1993. Pág. 219

diumenge, 7 d’abril del 2013

Bebo Valdés


Bebo Valdés o el arte del sabor
Leili Castella
 
 

 

 
"El día que yo muera, no se pongan tristes, pongan música, tomen ron, mucho ron, bailen, diviértanse, así los quisiera ver": Éste era el deseo de Beblo Valdés, pianista y auténtica leyenda de la música cubana que nos dejó el pasado 22 de marzo, a la edad de 94 años, en la ciudad de Estocolmo. Valdés protagonizó incontables momentos de oro de la música cubana, fue el precursor de las famosas descargas de jazz afrocubano y creador de un ritmo propio, la batanga, que nace en la isla en los años cincuenta. Era padre de otro pianista y compositor genial, Cucho Valdés, con quien grabó Bebo y Chucho Valdés, Juntos para siempre, un homenaje en el que padre e hijo repasaron juntos el repertorio y los ritmos de la música cubana que siempre tocaron juntos y que Bebo interpretó como nadie.

Con el ADN de la música cubana en su sangre, desde su infancia compaginó el piano con su vocación de arreglista y compositor. Entre 1948 y 1957, tocó con su orquesta Sabor de Cuba en el mítico Tropicana de La Habana, y allí compartió escenario con grandes artistas norteamericanos, incluido Nat King Cole. Después los compartiría con artistas de la talla de Benny Moré o Lucho Gatica.

En 1960, en medio de una gira, Bebo Valdés decidió exiliarse en Estocolmo (Suecia), donde se casó y rehízo su vida. Con toda humildad, y sin ningún afán de protagonismo, no dejó de tocar cada noche en el piano-bar de un hotel de la capital sueca, hasta que, en 1994, lo llamó el gran Paquito de Rivera y le invitó a grabar Bebo Rides Again, una colección de clásicos cubanos y temas originales de Valdés. En el año 2000, fue el cineasta Fernando Trueba quien le invitó a participar en su película Calle 54, lo que le brindó la ocasión de reencontrarse en un escenario con su hijo Chucho y también con viejos amigos como Israel López Cachao y Patato Valdés, con los que grabó El arte del sabor, premiado con un Grammy en 2001, y al que siguieron otros álbumes igualmente impagables.

 
 
De entre ellos destacamos Lágrimas negras, un álbum de temas cubanos con alma gitana realizado con el cantaor Diego el Cigala y del que les ofrecemos al final de estas líneas el tema “Se me olvidó que te olvidé” . Sólo hace falta escuchar su música y ver sus bellísimas y finas manos deslizándose sobre el teclado para comprender la alegría, la bondad y la gracia que emanaba de este músico excepcional. Dicen los que le conocieron que todo en él desprendía la elegancia interior y exterior de un auténtico caballero. Su amor por el trabajo bien hecho fue reconocido por todos aquellos que tuvieron la suerte de tocar con él. Pero si algo desprende su música es su generosidad y el estar en posesión del secreto del ritmo. Escuchen si no el baile que se marca con Javier Colina al contrabajo e Israel Porrina “Piraña”, al cajón. Pura delicia… Se nos olvidará olvidarle, maestro.
 
Un dúo sin desperdicio entre Bebo y Chucho Valdés:
 
Se me olvidó que te olvidé:
 

dissabte, 5 de maig del 2012

Del ritme


A ritme del cor

Lili Castella






Pel Gerard

Poques coses hi ha tan boniques com dir d'algú que és "tot cor". Quan ho diem en relació als adults sembla que ho fem d'una manera més aviat simbòlica, però  puc ben assegurar que "ser tot cor" té una dimensió literal. Ara fa poc més de quatre mesos vaig tenir l'experiència inesborrable d'agafar per primera vegada un bebè que va avançar unes setmanes la seva arribada. Com que encara hagués pogut estar uns quants dies més amagat de la nostra mirada, veure'l era assistir a la intimitat miraculosa en què la vida es va creant. El bebè era l'existència feta transparència i levitat; tot just dos quilos de vida, de pura vida.

Agafar aquest nen tan petitó i tan fort alhora va ser, literalment, tenir un cor a les mans. Tot ell era (i és!!) cor. Un batec ràpid, regular i potent inundava el seu cos. La força del seu batec va contagiar el meu, de manera que ambdós es van confondre. El sufisme persa té una bellíssima expressió, ham-damî, que significa "ser la mateixa respiració"; doncs bé, ser el mateix batec no deu ser massa diferent.

Compartir el batec del cor, o dit en termes musicals, compartir el ritme fonamental que sosté la nostra existència és entrar en contacte amb allò que ens és més primigeni. Muhammad Asad, en la seva fascinant biografia "Chemin de la Mecque"  explica com una nit en què era al desert, mentre els seus companys dormien a les tendes, es va apropar al lloc on jeien els camells i en veure'n un de recent nascut arraulit contra la seva mare, va succeïr el següent: "acarono el coll del petit i capbusso el meu rostre dins la llana càlida de la seva espatlla. L'escalfor del cos d'aquell animal tan jove penetra la meva cara i el meu pit: sento sota el palmell de la meva mà les pulsacions de la seva sang a les venes del seu coll, i el seu ritme es confon amb el batec del meu cor, despertant en mi el sentiment potent d'estar unit a la Vida amb majúscules i al desig de perdre-m'hi del tot".[1]

[1] Muhammad Asad, Chemin de la Mecque. Fayard 2004. Pàg. 317.
Fotografia del Gerard i la seva mare la Isabel: Gilles Brinon.