Presentació

Baraka és una paraula d’origen àrab que significa alè vital, pura energia de vida, gràcia divina. Es diu que hi ha llocs amb una baraka especial. Entre ells, la música. La música és la bellesa l’allò més primordial que nia en nosaltres. En el batec del cor hi ha el ritme. En la respiració, la melodia. I en la relació amb tot allò que ens envolta, l’harmonia.

La música, com el perfum, és presència intangible. Entrar en ella és entrar en un espai preciós en què allò que és subtil pren cos, i on allò que és tangible esdevé subtil. Segons Mowlânâ Rûmî, la música, com el perfum, ens fa comprendre que vivim exiliats en aquest món, i alhora ens recorda allò que sabem i no obstant hem oblidat: el camí de retorn vers el nostre origen, vers casa nostra.

Habitar aquest espai preciós no pot fer-se només des de la raó. Aquest coneixement delicat i potent ha de ser degustat, encarnat, i per això Mowlânâ va ballar i va ballar, i va girar i girar i girar. D’aquest espai preciós de presència intangible és del què ens parlen els autors reunits en aquest blog. En un món com el que ens ha tocat viure, en què tantes velles estructures inservibles s’enfonsen, és responsabilitat de cadascú de nosaltres agafar-nos fort a aquells qui ens han indicat el camí, intentar comprendre´n els indicis, descobrir-ne les petjades ... i començar a girar.

Sigueu més que benvinguts a Baraka,

Lili Castella

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dilluns, 2 de juliol del 2012

El adhân



El adhân  o el agua de la Fuente de pureza


 Leili Castella



Si hay algo que defina el paisaje sonoro de un musulmán o musulmana, es el sonido bellamente musicalizado de las cinco llamadas diarias a la oración o adhân. En efecto, cinco veces al día, rigiéndose por los ritmos solares de la naturaleza, el muecín o almuédano, desde lo alto del alminar de la mezquita, anuncia el inicio del salât u oración. En la tradición islámica se utiliza la voz humana para realizar dicha llamada. El hombre convoca al hombre sin intermediarios de ningún tipo, gracias al poder de su propia voz.

Cuenta la tradición que el primer muecín que llamó a la oración, fue Bilâl ibn Rabâh, de origen abisinio, nacido esclavo en un clan abiertamente  hostil al Profeta Muhammad, el de los Jumah. Cuando Ummayah, jefe de dicho clan, se enteró de que su esclavo Bilâl había abrazado el islam, le sometió a las más extremas torturas y humillaciones. Así, en las horas más calurosas del día, Ummayah ordenaba atar a Bilâl y lo sometía a terribles vejaciones. Sin embargo, Bilâl no se amilanaba y no cesaba de proclamar la unidad divina gritando “ Ahad!, Ahad! ( ¡Al·lâh es Uno!, ¡Al·lâh es Uno!)”. Dicen que el eco de su voz, de una potencia y belleza extraordinarias, podía oírse por toda la zona. Abu Bakr, uno de los Compañeros más próximos del Profeta Muhammad desde los inicios del islam, y que con los años sería llamado a ser su primer sucesor, no pudiendo observar por más tiempo tal sufrimiento, compró  Bilâl a Ummayah para concederle la libertad. Bilâl pasó desde entonces a formar parte del círculo más cercano del Profeta Muhammad.



Años más tarde, en abril del año 623, unos siete meses después de la emigración del Profeta y los suyo de Mecca a Medina, los musulmanes finalizaron la construcción de la primera mezquita de Medina, en la que había un gran patio destinado a la oración. Al principio los musulmanes acudían allí a rezar sin que se les llamara, indicándose entre ellos el momento de la oración. Esta situación dejaba un tanto que desear, de modo que se planteó la cuestión de cómo convocar al salât. Se valoró usar un cuerno de carnero, a la manera de los judíos, o una campana de madera, a la manera de los cristianos orientales. Sin embargo pronto consideró el Profeta Muhammad que la mejor solución era que fuera simplemente la voz resonante de un hombre la que convocara a los demás, empezando la llamada con la repetición de la siguiente invocación: “Al·lahu Akbar, (Al·âh es el más grande). Una vez tomada la decisión, el Profeta Muhammad no lo dudó un instante y designó a Bilâl como candidato indiscutible. Y es así como al final de cada noche, Bilâl trepaba hasta la casa más alta cercana de la mezquita y se sentaba allí esperando el amanecer para llamar a la primera oración del día.

Cuando años más tarde, el Profeta Muhammad pudo regresar por fin a Mecca para realizar la peregrinación menor o ‘umrah, fue también Bilâl el encargado de llamar a la oración cinco veces al día con su voz hermosa y potente.


A la muerte del Profeta Muhammad acaecida en 632, Bilâl fue incapaz de seguir realizando el adhân, puesto que el recuerdo tan vivo del Profeta le quebraba la voz. Por ello pidió a Abu Bakr, convertido ya en el primer califa del islam, que le descargara de esta responsabilidad y le enviara a Siria a participar en la campaña de conquista de Jerusalén. Dícese que desde los altos del Golán, y ante la súplica de Omar ibn al-Khattab, otro de los Compañeros, accedió por una vez a realizar el adhân, y que su llamada fue tan extraordinariamente conmovedora, que arrancó las lágrimas de todos los musulmanes que allí se encontraban.

Hacia el final de su vida, Bilâl se instaló definitivamente en Damasco. Poco antes de su muerte, el Profeta del islam se le apareció en sueños y le preguntó: “¿Porqué esta lejanía, Bilâl? ¿No sería tiempo ya de que me visitaras?”. Bilâl se puso inmediatamente en camino hacia Medina, ciudad a la que no había vuelto desde hacía más de siete años. A su llegada fue acogido con gran alegría por la familia del Profeta, especialmente por sus nietos Husseyn y Hassan, que le rogaron encarecidamente que llamara a la oración a la mañana siguiente. Al alba, Bilâl subió al techo de la mezquita y lanzó una llamada que conmocionó a Medina entera.

Y es que la voz de Bilâl era como el agua que brota, en palabras de Mawlânâ Rûmî de “la Fuente de la fuente de pureza”, como la nube que transporta el agua de vuelta al mar. Por ello escribió el maestro persa de Konya: “¡Revívenos, oh Bilâl!, Oh Bilâl de voz dulce y melodiosa, sube al minarete y toca el tambor de la partida!" (*)

 Huuuuuuuuuuu……………

 (*)Rûmî, Masnawî V, verso 220